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A continuación, se presenta un extenso resumen sobre la antropología forense, con un enfoque particular en su desarrollo, desafíos y contribuciones en México, basándose en la información proporcionada en las fuentes.
La antropología forense es una especialidad de la antropología que apoya el proceso de investigación judicial de muertes, abarcando etapas desde la investigación previa hasta el juicio. Su objetivo es apoyar la administración de justicia, no solo identificando cadáveres, sino también diagnosticando y documentando hallazgos en la escena del crimen y en los cuerpos para aportar evidencias físicas útiles para la investigación y el proceso probatorio. Esta disciplina aplica los fundamentos de la antropología física o biológica para determinar el sexo, filiación racial, edad biológica, talla y características óseas particulares, lo que ayuda a confirmar, descartar u orientar la identificación del cadáver a partir del estudio de sus estructuras óseas. Además, utiliza conocimientos de diversas ciencias como anatomía humana, medicina, patología, osteopatología, radiología, balística y tafonomía para establecer factores relacionados con el deceso.
Es una disciplina de abordaje multidisciplinario y holístico. Aunque algunos la han encasillado como una rama exclusiva de la antropología física, gran parte de su conocimiento se ha nutrido de la medicina y otras ciencias de la salud. Los antropólogos forenses trabajan en casos complejos que involucran cadáveres en avanzado estado de descomposición, desmembración, esqueletización, carbonización y partes humanas aisladas.
Historia de la Antropología Forense en México:
Orígenes (finales del siglo XIX y principios del XX) - "Antropología Criminal":
La actividad se inició con las investigaciones de los médicos Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara en la expenitenciaría de Puebla, y el Dr. Ignacio Fernández Ortigoza en la expenitenciaría de Belem en la Ciudad de México.
Estos estudios se enmarcaron en la "antropología criminal", influenciados por el pensamiento positivista y criminólogos europeos como Lombroso y Bertillón.
Se enfocaban en las características del "hombre criminal", asociándolas con antecedentes raciales, sexo, procedencia geográfica y medio social, con el objetivo de prevenir el delito.
Martínez Baca y Vergara incluso montaron un museo con órganos y cráneos de reclusos fallecidos, una colección que aún se conserva en el Centro INAH-Puebla.
Se implementaron métodos de identificación antropométrica de reos, aunque a menudo por personal inexperto.
Nacimiento de la Antropología Física Forense (mediados del siglo XX):
Tras un periodo de casi 40 años, surgieron trabajos más relacionados con la antropología física forense.
Investigadores como Javier Romero Molina realizaron estudios circunstanciales en el área, incluyendo el análisis de restos óseos supuestamente atribuidos a Cuauhtémoc en 1949 y 1962, en colaboración con el Dr. Eusebio Dávalos Hurtado.
Otros trabajos notables de esta época incluyen estudios de grupos sanguíneos en reclusos (Felipe Montemayor García) y análisis de cráneos de delincuentes aplicando métodos biotipológicos (Anselmo Marino Flores, Carlos Serrano Sánchez). Aunque todavía enmarcados en la antropología criminal, estos estudios ya no buscaban al "delincuente nato", sino la distribución de caracteres.
Consolidación de la Antropología Física Forense en México (1970 a la fecha):
Los trabajos de Luis Alberto Vargas Guadarrama y Mario Alva Rodríguez, quienes utilizaron el método radiológico para la superposición craneal, fueron pioneros en esta etapa.
José María Luján, colaborador del Servicio Médico Forense del Distrito Federal, dirigió prácticas para estudiantes y coordinó la identificación de individuos en desastres masivos (como el desastre aéreo de 1985), formando a futuros antropólogos forenses como Tercero Aley, Prado Gómez y Valencia.
Arturo Romano Pacheco es considerado el fundador de la antropología física forense moderna en México. Su experiencia en exploraciones prehispánicas y sus conocimientos en fotografía y craneología le permitieron incursionar en el campo forense.
Fue el primer antropólogo físico en México en aplicar técnicas de reconstrucción facial y superposición fotográfica, lo que le permitió identificar individuos y colaborar de manera permanente con la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).
En 1975, gracias a su intervención en un caso de restos semi-esqueletizados, la antropología física forense fue reconocida e incluida oficialmente en el área de criminalística por la Dirección General de Servicios Periciales de la PGJDF, dejando atrás el concepto obsoleto de mera técnica métrica.
Antropólogos físicos también han participado en la identificación de personajes históricos, como Leopoldo Batres, Juan Comas (cráneo de Moctezuma II), Eusebio Dávalos Hurtado (restos de Hernán Cortés), y María Elena Salas (defensores de Molino del Rey).
El campo de trabajo de los antropólogos forenses en México se ha expandido, con profesionales en diversas dependencias de justicia federales y estatales, incluyendo la Fiscalía General de la República, Procuradurías de Justicia estatales, y como profesionales independientes. También han colaborado en exhumaciones de víctimas de violencia en Guatemala.
Desafíos y Avances Actuales en México:
México enfrenta una profunda crisis humanitaria caracterizada por una violencia extrema y un alto índice de personas desaparecidas. Para noviembre de 2022, se registraron 107,760 personas desaparecidas, y una "crisis forense" con más de 50,000 personas no identificadas en fosas comunes o servicios forenses.
Necesidad de Recursos y Estandarización:
Existe una escasez significativa de antropólogos forenses en el país, lo que dificulta la identificación de restos humanos y la investigación de casos. Muchos procesos se realizan manualmente, y a veces por personal no especializado, lo que retrasa las investigaciones y puede llevar a la pérdida de información.
Se requiere desarrollar parámetros de referencia propios en cuanto a características antropométricas y morfoscópicas de la población mexicana, ya que las fórmulas y estándares osteométricos y dentales deben provenir de la misma población del individuo estudiado. Colecciones osteológicas como "San Nicolás Tolentino" y las de las antiguas penitenciarías de Lecumberri y Puebla están contribuyendo a este fin.
La falta de infraestructura y políticas públicas adecuadas, sumada a la burocracia, obstaculiza los procesos de búsqueda e identificación.
Innovaciones Tecnológicas:
Se han desarrollado herramientas tecnológicas para agilizar el trabajo. La aplicación Forensic Anthropology BETA, creada por alumnos de la BUAP, busca responder a la necesidad de tecnologías forenses con bases de datos que coincidan con el contexto fisiológico mexicano. Permite que criminalistas y médicos legales realicen cálculos osteobiológicos.
La aplicación Gatu, desarrollada por un equipo multidisciplinario, digitaliza las técnicas forenses más empleadas en México, facilitando la estimación de sexo, edad, estatura y ascendencia, y reduciendo el tiempo de necropsia. También ofrece un inventario osteológico y odontológico detallado, funciona sin conexión a internet y permite el registro fotográfico y marcaje gráfico de traumas.
La Inteligencia Artificial (IA) representa un campo de oportunidades, aunque la antropología forense sigue siendo manual y tecnológicamente precaria. La IA puede mejorar la estimación de la edad y la superposición craneofacial.
Nuevas tecnologías (percepción remota, geología, geofísica, análisis de imágenes satelitales) desarrolladas para otras disciplinas se están utilizando en la búsqueda forense, especialmente de fosas clandestinas, para identificar zonas de búsqueda y patrones de desapariciones.
Formación y Profesionalización:
La enseñanza de la antropología forense en México ha cobrado mayor relevancia ante la crisis de violencia. Se ofrecen diplomados (INAH), cursos (ENAH), especialidades (ENAH) y licenciaturas (UNAM) en antropología física y ciencias forenses.
A pesar de este avance, persiste la necesidad de una formación más sólida y permanente, así como de la acreditación de los peritos para garantizar su ejercicio profesional.
Se busca una mayor integración entre el ámbito académico y la práctica profesional para desarrollar nuevas metodologías ajustadas a la población mexicana.
Consideraciones Éticas y Compromiso Social:
México carece de un código de ética nacional para la antropología forense. Se propone la creación de un organismo autónomo que incluya a profesionales y académicos para discutir y establecer lineamientos éticos, teóricos y metodológicos.
La ética es crucial en todas las etapas del trabajo forense, desde la obtención de datos y el contacto con los restos esqueléticos hasta la elaboración de informes y la participación en juicios.
La "Praxis de la Antropología Forense" es una propuesta para conciliar la teoría y la práctica, transformando las realidades violentas desde una visión transdisciplinaria (bioarqueopsicosocial), incluyente, bioética y apegada a los derechos humanos.
Los antropólogos forenses en México han salido de los laboratorios para trabajar activamente en campo y con las familias de las víctimas, lo que implica un fuerte compromiso social y ético.
Los colectivos de familiares de personas desaparecidas juegan un rol protagónico, incluso capacitándose con expertos para la búsqueda y recuperación de información.
El trabajo forense en México se lleva a cabo en un contexto de violencia continua, a diferencia de otros países latinoamericanos donde los expertos intervinieron después del clímax violento. Esta exposición constante al trauma puede generar "Burn Out" en los profesionales, evidenciando la necesidad de estrategias de autocuidado.
La relación entre expertos y familias debe basarse en la empatía y humanismo. Existen críticas sobre el lucro percibido de algunos equipos internacionales (como el Equipo Argentino de Antropología Forense) en contraste con el apoyo y fortalecimiento de capacidades de otros (como la Fundación de Antropología Forense de Guatemala).
Evolución Epistemológica de la Antropología Forense en México:
La antropología forense en México ha pasado por distintas fases:
Momento 1: Visión Disciplinaria (subdisciplina de Antropología Física). Se enfoca en el análisis de laboratorio de restos esqueléticos, a menudo resultando en información fragmentada debido a la falta de participación en campo.
Momento 2: Visión Multidisciplinaria e Interdisciplinaria (subdisciplina de Antropología Aplicada). Equipos integrados por arqueólogos y antropólogos sociales comenzaron a intervenir, influenciados por experiencias como la de Guatemala. Aunque representa un avance, la fragmentación del conocimiento y la dificultad en dictámenes colegiados aún persisten. México se encuentra actualmente en este momento.
Momento 3: La Praxis de la Antropología Forense. Esta es una propuesta futura que busca una transformación profunda. Se basa en un enfoque transdisciplinario, bioético y de derechos humanos para abordar los complejos casos de desaparición. Implica una retroalimentación constante entre teoría y práctica, un compromiso social profundo y una comprensión de las realidades políticas, económicas, socioculturales e históricas subyacentes a la violencia, con el objetivo de lograr verdad, justicia y reparación para las víctimas. Este enfoque busca superar las simulaciones y la ineficacia, convirtiendo la disciplina en una herramienta para la transformación social.
En resumen, la antropología forense en México ha evolucionado desde sus orígenes en la antropología criminal hasta su consolidación como una disciplina forense moderna. Actualmente, se enfrenta al inmenso desafío de la crisis humanitaria de las personas desaparecidas, lo que impulsa la necesidad de nuevas tecnologías, una formación profesional robusta, la estandarización de métodos y, fundamentalmente, una práctica arraigada en la ética y un profundo compromiso social y humanitario.